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Coeficiente intelectual: Aptitud para identificar, regular y razonar sobre las propias emociones y las de los demás. Emoción: Es solo un estado corporal, y sólo después una percepción en el cerebro Es un estado fisico, produce cambios fisiológicos que afectan a nuestras hormonas, músculos y vísceras. Aprende a escuchar a tu cuerpo. Reconoce tus emociones. Responde con inteligencia ante las situaciones que se te presentan en la vida. Así regularás el stress. Mala regulación de las emociones, causa sobrepeso, ya que utilizas equivocadamente los alimentos para responder a las situaciones...

jueves, 9 de agosto de 2007

Bailmáme el agua

Báilame el agua.
Úntame de amor y otras fragancias de su jardín secreto.
Riégame de especias que dejen mi vida impregnada de tu olor.
Sácame de quicio.
Llévame a pasear atado con una correa que apriete demasiado.
Hazme sufrir. Aviva las ascuas. Ponme a secar como un trapo mojado. No desates las cuerdas asta que sea tarde. Sírveme un vaso de agua ardiente y bendita que me queme por dentro, que no sea tuya ni mía, que sea de todos.
Líbrame de mi estigma. Llámame tonto. Sacrifica tu aureola. Perdóname. Olvida todo lo que halla podido decir hasta ahora. No me arrastres. No me asustes. Vete lejos. Pero no sueltes mi mano. Empecemos de nuevo. Sangra mi labio con sanguijuelas de colores. Fuma un cigarro para mí. Traga el humo. Arréglalo y que no vuelva a estropearse. Échalo fuera. Crúzate conmigo en una autopista a cien por hora. Sueña retorcido. Sueña feliz, que yo me encargare de tus enemigos. Dame la llave de tus oídos. Toca mis ojos abiertos.
Nota la textura del calor. Hasta reventar. Sé yo mismo y no te arrepentirás. ¿Por cuánto te vendes?
Regálame a tus ídolos. Yo te enviare a los míos. Píllate los dedos. L
os lameré hasta que no sepan a miel. Hasta que no dejen de ser miel.
Sal niega todo y después vuelve. Te invito a un café.
Caliente claro. Y sin azúcar. Sin aliento.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Su-misión: Saber a-mar aunque la-mente lo-cura

Anónimo dijo...

EL ARCHIVERO DE HISTORIAS AGOTADAS

En la Ciudad de Tinta Seca, donde las ideas viejas se reciclaban en fábricas de humo, existía una ley no escrita: "Nada nuevo bajo el sol algorítmico". Los ciudadanos consumían relatos empaquetados en Cápsulas de Nostalgia™ —remixes de mitos griegos con influencers digitales—. Hasta que llegó ella, una niña que coleccionaba silencios.

Su tesoro:

El suspiro de un puente antes de derrumbarse.

El crujido de una página arrancada.

El latido entre dos palabras en una conversación ajena.

Un día, el Algoritmo Central detectó anomalía: los silencios de ella no se podían catalogar. No eran datos, ni patrones, ni siquiera metáforas. Eran... huecos. La ciudad entera tembló. ¿Cómo monetizar un vacío?

El Ministro de Narrativas la citó:
—"Niña, tus silencios son peligrosos. Generan incertidumbre."
—"Son regalos", dijo ella, extendiendo la palma donde guardaba el sonido de una lágrima cayendo en algodón.

El Ministro tocó el silencio. Y recordó:
Su madre cantándole canciones sin letra.
El olor a tierra mojada antes de nombrarlo "petricor".
La textura del mundo antes del lenguaje.

Esa noche, el Algoritmo Central colapsó. No podía procesar lo no dicho. Mientras los adultos entraban en pánico, ella caminó hasta el Gran Archivo de Relatos.

Dentro, encontró al Archivero Ciego:
—¿Buscas una historia original? —preguntó sin mover los labios.
—Busco el silencio que las parió —respondió ella.

El Archivero sonrió. Le mostró libros con páginas en blanco titulados:

Lo que el viento dijo a las rocas.

El color de tu ira cuando nadie ve.

Canciones de ballenas traducidas a suspiros.

"Estas no son historias", aclaró, "son semillas. Plántalas en los intersticios".

Ella salió a la plaza central y sopló sobre las semillas. De cada una brotó:

Un árbol de tinta invisible cuyas hojas eran lapsos de tiempo robados.

Una fuente que manaba preguntas sin respuesta.

Un espejo que reflejaba lo que los observadores temían desear.

La ciudad enloqueció. Algunos vendían "Experiencias Vacío™". Otros fundaban la Iglesia del Silencio Patentado.

Pero ella se sentó bajo el árbol, cerró los ojos, y escuchó:
El crujir de las raíces rompiendo el asfalto de lo predecible.
El rumor de un nuevo verbo naciendo en la grieta.

Y supo que lo verdaderamente original no era la historia...
...sino el instante antes de que la palabra lo cazara.